Empezaré diciendo que nací en Barcelona en 1970, en una familia humilde en la que los libros eran un lujo que apenas nos podíamos permitir. Fui un terrible estudiante y en cuanto terminé el servicio militar y tuve oportunidad me colgué la mochila a la espalda y me largué lo más lejos que pude. Durante los siguientes treinta y pico años viajé como si no hubiera un mañana, me casé, me divorcié, fui empresario, me arruiné, monté una escuela que al poco tuve que cerrar, y me gané la vida como pude ejerciendo como submarinista, guía de deportes de aventura e incluso jugador de póker on-line.
Cuando me acercaba a los cuarenta sufrí una grave dolencia que me tuvo dos años en cama, y convencido de que mi vida se iba a terminar ahí, decidí escribir una novela de aventuras que mezclara mis propias aventuras con las de los autores de mi infancia que tanto admiraba, como Salgari, Doyle, Conrad o Julio Verne. Ya que no iba a poder volver a viajar (pensaba por aquel entonces), lo haría con mi imaginación, y de ahí nació mi primera novela; una obra que en realidad la escribí exclusivamente para mí a modo de terapia y que terminó titulándose La última cripta.
Hoy, quince años después, escribo estas líneas para la biografía de mi página web sentado en un café de Saigón, con diez novelas a la espalda, ya convertido en escritor profesional y embarcado en el viaje que significa escribir la decimoprimera. Un nuevo viaje imaginario que aún no sé a dónde me puede acabar llevando, mientras me encuentro en la otra punta del mundo descubriendo tierras lejanas y lugares increíbles, acumulando vivencias que alimentan nuevos periplos literarios aún por escribir. Un viaje dentro de otro viaje. Un libro dentro de otro libro. Una vida que acoge muchas otras.
Desde el principio, el hecho de escribir ha ido indisolublemente unido al placer de leer y explorar nuevos paisajes, tratando de evocar en los negros trazos de cada página lugares que para siempre quedarán grabados en mi retina: hombres y mujeres inolvidables y experiencias que han forjado al hombre que soy, para bien y para mal.
Han pasado ya muchos años desde que emprendí mis correrías por el mundo, pero antes incluso, ya lo había hecho caminando entre las páginas de aquellos viejos libros de aventuras que inevitablemente han pasado a ser parte de mí y de mi escritura.
Ahora solo espero que se anime a leer alguna de mis obras y se encienda en usted la llama de la curiosidad y el deseo de descubrir qué hay más allá del horizonte. Y que, de esa manera, en el apasionante viaje que puede llegar a ser un libro, también se lleve con usted algo de mí, de aquellos escritores que me moldearon, y de los autores que a su vez les influyeron a ellos desde el principio de los tiempos.
Porque todos somos eslabones de una misma cadena: autores y lectores. Una cadena que se extiende decenas de miles de años atrás, cuando nuestros ancestros narraban fábulas de espíritus, héroes y villanos al calor de una hoguera en el interior de una cueva y que, de momento, termina en estas líneas. De usted depende que esta larguísima cadena de historias y relatos entrelazados se detenga en este punto o sume un eslabón más.
Un fuerte abrazo y nos vemos en la próxima aventura.